El comercio fue indispensable para la economía, ya que en el área geográfica maya proveía grandes productos, pero los limitaba de otros. Durante el clásico se desarrollaron grandes mercados en las urbes que se conocían como p’polom.
Los comerciantes hacían largos recorridos para poder abastecer a pequeños comerciantes quienes distribuían de casa en casa los artículos exclusivos de ciertas zonas como el jade, del valle del Motagua, en Guatemala; algodón del noreste; las conchas y el pescado de las costas, etc.
También la sal del norte, el cacao de Tabasco, Guatemala y Honduras y el pedernal de la zona Puuc. Los grandes comerciantes adquirían gran prestigio y fama entre la nobleza maya y en algunas ocasiones eran reclutados como espías del rey.
Según los indicios arqueológicos, el comercio en el área maya empezó trescientos años antes de nuestra era, en el periodo Preclásico; cobró gran auge durante el Clásico (250 a 900 d.C.) y, curiosamente, aumentó en el Posclásico, cuando la civilización maya había entrado en franco declive.
Los comerciantes, a quienes acompañaban esclavos o cargadores, constituían una clase social poderosa e influyente. Los comerciantes daban y ampliaban crédito, solicitaban plazos y determinaban fechas de pago. El crédito comercial se concedía, recibía y ampliaba. Los contratos eran orales, por lo que no existían documentos.
Las primeras rutas comerciales datan de los tiempos mayas más remotos. Las tierras altas guatemaltecas estaban unidas a la costa por senderos y caminos bien trazados y conservados. El gran rio del Mayab, el Usumacinta, que nace en las elevadas montañas, era navegable hasta más arriba de la ciudad de Piedras Negras; los mercaderes recorrían en un sentido y en otro la distancia de 390 km.
El movimiento comercial por tierra utilizaban el bien desarrollado sistema de caminos y carreteras, muchas de las cuales conectaban las ciudades mayas del interior.
Los excedentes estimulaban el comercio. Los habitantes de las tierras altas comerciaban con la obsidiana. El jade legaba de las tierras altas, lo mismo que las plumas de quetzal.
También el copal era materia válida para la exportación junto con el pedernal, el ámbar y la cochinilla. Todo ello se trocaba en las tierras bajas por el algodón, la sal, mantas, miel, cacao, pescado seco y carne de venado ahumada.
Se comerciaba con productos suntuarios (ornamentos de plumas, adornos de metal, jade, ámbar, cuarzo y otros) como también con productos de uso doméstico y común (cuchillos de obsidiana, miel, pieles, mantas de algodón, tintes, frutas, hierbas medicinales, chile seco y copal. También se transportaba grandes cantidades de sal y objetos pesados, como piedras, rodillos para moler el maíz, etc. En ocasiones se usaba el transporte marítimo.
De entre todos, posiblemente fuera Xicalanco el más importante centro comercial maya. Xicalanco se encuentra situado a pocos kilómetros de la laguna de Términos, lugar de gran importancia porque allí vierten sus aguas cuatro ríos, el Usumacinta entre ellos. Al extremo noroeste de dicha laguna, que tiene 65 km de largo, hay otra más pequeña: la de Pom; entre ambas orillas se encuentra Xicalanco.
Su situación era estratégica. Para llegar hasta allí los mercaderes que venían del sur debían usar canoas. Estaba rodeada en tres de sus lados por tierras pantanosas y en su costado norte había un camino que llegaba hasta Veracruz y los valles centrales de México. De hecho Xicalanco fue el centro de confluencia de mayas, mexicas, toltecas, mixtecos y totonacas.
Los mercaderes llevaban hasta este enclave sal, pescado seco, telas de algodón, copal, miel de abeja, cera, maíz, fríjol, mantas trenzadas de plumas, escudos y tocados. Por mar llegaba pescado fresco, tortugas y caracoles. Las mercaderías a medida que iban llegado eran colocadas en grandes almacenes de piedra techados con palmas.
Los artículos de lujo eran también objeto de un notable tráfico: cacao, cuentas de piedra, esmeraldas, topacios y otras piedras preciosas y semipreciosas. Desde la huasteca llegaba el betún y el asfalto.
Los esclavos constituían un gran negocio y traficaban a gran escala con ellos. Provenían de las guerras de conquista. El precio base de un esclavo era de 100 gramos de cacao durante la época clásica. Los empleaban en trabajos manuales pesados, en la pesca, como remeros o como simples porteadores de carga.
Las esclavas ayudaban a extraer agua, moler el maíz y teñir las telas. Los comerciantes mayas, que gozaban de una elevada jerarquía social, los compraban y vendían en los diferentes mercados establecidos por todo el Mayab. En general los esclavos recibían un buen trato e, incluso, con el tiempo, llegaban a formar parte de las familias.
Los mercados
Cada población tenía un espacio destinado al mercado que se celebraba bien diariamente o bien en días señalados. Generalmente eran espacios cerrados y cubiertos con telas de palma.
Allí sentados en cuclillas bajo toldos de mantas de algodón blancas, hombres y mujeres se dedicaban a vender (o a trocar) los productos que confeccionaban durante el tiempo que les sobraba de su diaria tarea de cultivar el maíz.
Los mercados estaban divididos en secciones; en unas se vendía pescado, carne de venado y aves, en otros piezas de arte plumario y tejidos, armas y demás artículos.
También los nobles que habían acumulado excedentes de maíz, fríjol, sal y algodón, como resultado del pago de tributos, los ofrecían en trueque a los mercaderes que llevaban cacao, oro, obsidiana, plumas o jade, elementos importantes para mantener su dignidad jerárquica y para su adorno personal.
Los mercaderes locales cambiaban sus excedentes por artículos procedentes de otras partes del área maya i, incluso, de zonas más alejadas como Oaxaca, Tula, Tenochtitlán y la costa del golfo principalmente Tabasco, y la Huasteca.
Más tarde estos artículos eran vendidos al hombre común quien, a su vez, los cambiaba por aquellos productos que más necesitara.